Libro

Libro
Ideas en un libro.

miércoles, 22 de abril de 2009

EL CUENTA CUENTOS

Para ser precisa este cuento relata lo sucedido en el año 2005, año en el que la humanidad creía tener dominado los viajes espaciales. Francisco Heredia nació en el siglo XX y vivó el cambio al siglo XXI. Él se dedicaba a escribir cuentos para gente de todas las edades. Los cuentos de Francisco siempre tenían una moraleja o enseñanza con la que sus lectores se podían identificar. El cuarto que rentaba se encontraba en un segundo piso de una casona vieja que había sido remodelada para poder usarla de hostál. La casona había pertenecido a una señora muy bien acomodada del siglo XIX y había sido heredada por una de sus hijas. Al morir la hija (ya de anciana), se la heredó a uno de sus nietos, era una casa que había pasado de generación en generación. Tomemos en cuenta que las casas viejas están llenas de ruidos en veces algo tenebrosos. Francisco ocupaba el cuarto número 17, éste era pequeño pero tenía todo lo que él necesitaba. Al fondo del cuarto había una cama vieja y cóncava del medio, donde él dormía. A él no parecía importarle que siempre, por las noches, al acostarse, se hundía en el medio haciendo difícil que se levantara de ella para cualquier cosa. Al lado derecho de la cama había un sillón y una mesita que él usaba para escribir sus cuentos. Frente a la cama había un mueble donde guardaba sus licores. Se sirvió una copa, y se asomó por la ventana que era de esas que llaman de postigo. Ésta se abría y daba paso a un pequeño balcón que tenía un barandal de hierro forjado. Desde ahí se podía ver la calle y una plaza que se encontraba justo al frente de la casona. Respiró un poco de aire fresco y luego se sentó a escribir. Esa noche cuando estaba escribiendo su más reciente cuento, escuchó voces en la calle y se asomó por su ventana. Había dos hombres vestidos de manera extraña discutiendo si el número de su cuarto era el 7 ó el 17. Volteaban a ver la casona en postura angustiada. En medio de esa discusión, volteó uno hacia arriba y se dió cuenta que Francisco los miraba desde su balcón. Francisco no pudo ver su cara pero ellos realmente asustados corrieron a esconderse bajo la corniza de la casona. De manera que por más que Francisco se tratara de asomar, no los veía pero si escuchaba su discusión que seguía pero ahora en forma de murmullos. Recargado en el barandal se estiró lo más que pudo pero no logró ver nada. De repente se dejaron de oír las voces, él dio un respiro profundo y se decidía a seguir escribiendo cuando en su puerta se escucharon dos golpes discretos. Él se levantó y preguntó quién era y una voz baja en volúmen y muy ronca le respondió que porfavor abriera la puerta, que era muy importante que saliera de esa casona lo más pronto posible. Francisco, con algo de temor por la inseguridad que se vivía en aquellos tiempos, respondió que no abriría la puerta a menos que esta persona se identificara. Luego se escucharon pasos en el pasillo y el señor de voz ronca había desaparecido. ¿Quién habría sido y que lo habría asustado? Inquieto por estos dos perturbadores sucesos, no pudo concentrarse más en su cuento y decidió abrir la puerta para ver que estaba pasando. De inmediato, los dos hombres que había visto anteriormente por la ventana se hicieron presentes frente a él, estaban cubiertos hasta la cabeza con unos capotes de color negro, no se les veía la cara pero saludaron a Francisco y le dieron las buenas noches. Francisco algo asustado cerró la puerta rápidamente y se quedó paralizado, luego volvió a abrir la puerta a ver si ya se habían ído pero los dos hombres, medio a fuerzas, entraron a su cuarto, movieron su cama hacia un lado y abrieron un par de puertas del piso. Francisco a punto de un infarto les pidió que se marcharan pero los dos hombres le tomaron cada uno de un brazo y lo introdujeron por de las puertas. Por unos minutos no pudo ver nada pero luego comenzó a ver lugares y tiempos que a él no correspondían. Estos dos señores lo llevarían a vivir y presenciar momentos de la historia y del futuro. Era como una máquina del tiempo pero sin entrar en una nave ni nada así. Se viajaba a la velocidad de la luz y solo con pensar donde querías estar, ahí estabas, en un nano-segundo. No supo como volvió a su cama ni cuando se quedó dormido pero la mañana siguente, Francisco se levantó a escribir todo lo que había visto. Escribió del pasado y del futuro, todo con detalle. Se pasó todo el día escribiendo y cuando menos se dio cuenta, ya era de noche otra vez. Emocionado movió su cama a un lado y no vió nada, la puso nuevamente en su lugar y se preguntaba si todo habría sido un sueño cuando tocaron a su puerta. Abrió y se encontró a los dos hombres encapotados e igual que la noche anterior, movieron su cama a un lado y esta vez sí estaban las puertas. Lo tomaron de los brazos y repitieron lo de la noche anterior pero ahora visitaban nuevos lugares. Viajaban y viajaban aprendiendo mucho de sus viajes. De nuevo, no supo como volvió ni cuando se quedó dormido pero al despertar volvió a escribir todo lo que había visto y aprendido. Así siguieron los días y cuando ya llevaba dos libros completos escritos (uno del pasado y otro del futuro), álguien por la mañana tocó a su puerta. Francisco se levantó y abrió, esta vez sin preguntar quién era. Al abrir la puerta se dio cuenta que el pasillo de la casona no era igual, se veía todo nuevo y los pisos eran de un material que nunca había visto. No eran los señores que lo llevaban a estos viajes maravillosos, era un hombresito pequeño y flaco de color azúl-gris que lo veía con unos ojos grandes y negros. Éste sin mover la boca le transmitía sus pensamientos y le decía que no saliera del cuarto pues arruinaría todo el experimento, que sin querer había tocado la puerta, que hiciera como si no había sucedido nada. –Sigue escribiendo, le decía. Sigue escribiendo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario