Libro

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Ideas en un libro.

jueves, 19 de marzo de 2009

VISITA AL PASADO

Hace tiempo que había querido hacer esto. No se porqué no lo había programado ántes. La casa de la abuela era el punto de llegada y, parados afuera de la casa, comenzamos a hacer memoria. Con voz nostálgica le dije a mi hermano, –¿Recuerdas cuantas Navidades pasamos rodeados de familia, con aquel frío y la chimenea siempre encendida? Él medio distraído contestó. –Sí. Yo continué hablando, –Ya no recordaba la aldaba de la puerta principal que el abuelo siempre insistía en que cerraramos cuando entrabamos o salímos. Ni el lugar tan especial que había para la llave de la reja de la entrada. Aquel clavito en la pared tapado por las plantas, para que la llave pudiera estar siempre ahí, sin que se viera, y que solo los que sabíamos que ahí estaba la pudieramos usar. ¿Recuerdas? Todavía medio distraído, él me contestó, –Has notado que las plantas del jardín siguen floreando y dando frutos. Pareciera que no ha pasado el tiempo. Yo ignorando su comentrario dije, –Me pregunto si habrán recogido todas las llaves. El con voz ansiosa dijo, –creo que es momento de entrar. La casa se sentía acogedora y con un aroma familiar. Había muchos recuerdos en ella y todos eran gratos, o por lo menos así parecía en el momento en que Ramón (mi hermano), y yo (Cármen), entramos a casa de la abuela. El tapete de la entrada estaba podrido y la casa llena de polvo y ya sin muebles. La escalera de marmol negro seguía ahí y el vitral con la Tehuana estaba intácto. Comenzamos a recorrer la casa y al llegar a la cocina nos dió el recuerdo del aroma a café que mi abuela molía a mano todos los días por la mañana. Me asomé por la ventana de la cocina y pude ver el árbol de hígos que colgaba de la casa contigua. Con la mirada ída, dije en voz alta, –me pregunto si el señor de al lado todavía vive ahí. –No, él murió hace ya unos años, –contestó Ramón y se dio la vuelta. Al subir a la planta alta de la casa, fui tocando el riel de madera empotrado en la pared, ahí había marcas de ántes, marcas que creo han existido ahí desde siempre. Me pregunté cuantas de ellas habremos hecho mi hermano y yo. Así seguimos recorriendo toda la casa y al llegar al cuarto de costura nos sorprendimos de ver que todos los muebles de este cuarto se enconraban en su lugar. Todos con excepción de la mecedora de mi abuela. Ésta se encontraba meciendose en la entrada del cuarto de costura, pero con la punta curva de abajo de la mecedora alcanzaba a detener la puerta, que por cierto, se movía cada vez que la mecedora se íba para delante y para atrás. –Que raro. ¿Porqué no se habrán llevado estos muebles? ¡Mira! La máquina de cocer está funcionando. Ramón con voz muy sin embargo me contestó, –claro, tiene que seguir hilando la vida de esta familia. De repente una voz interna me hizo querer salir de ahí, así que jalé del brazo a mi hermano y corrimos ántes de que la mecedora de mi abuela se moviera y dejara cerrar la puerta. Bajamos las escaleras tan pronto como pudimos, salimos de la casa por la puerta principal y cerramos la aldaba desde fuera. Tomé una llave del clavito de la pared y abrí la reja por la cual salimos muy rápido y cerrando el candado dije, –no vuelvo aquí. FIN

2 comentarios:

  1. Bienvenida al mundo de las letras cibernéticas.

    Qué lindos recuerdos... de miedo al final, pero me hicieron acordarme de cosas.

    Nos estamos viendo por aquí.

    :)

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  2. Gracias por tu visita. Espero mantenerte interesada.

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